domingo, 21 de noviembre de 2010

Como decíamos ayer...

Después de más de un año sin escribir, indago en mi memoria sobre los recuerdos que debo consignar, mantener, dejar plasmados en algún sitio para que quede constanacia. Miro tras esta ventana, que es otra, que cambió de marco para encuadrar el entorno. Las calles han cambiado, hay quizá más gente, más asfalto, y unas luces de navidad desubicadas indican el paso del tiempo.
He buscado una foto mía reciente, y no encuentro. No me registro, desaparezco detrás de otros a los que ausculto con la lente. Y en ellos me reflejo para mostrar que sus arrugas son las mías.
Últimamente las veo. Están ahí, en la comisura del ojo, guiñando para decirme que es real ese remontar del río. Que sí es cierto que chocaste con cada piedra. Que es cierto que el agua sigue modelando mi piel en el esfuerzo de obcecarme con seguir un camino diferente y a veces confuso.
En este año de tránsito, de cambio, de desnudarme en un nuevo cuadro que fui componiendo con despojos de otros marcos, he reído y llorado mucho. En grandes cantidades como si de huracanes se tratara. Días y noches de ríos por fuera y por dentro. De la reconversión de mis astros. De colocar la luna, que en este lado del mundo sonríe. De entender si lo que quiero es esto, que esto lo he decidido, que si lo he decidido es porque lo quiero, y que si lloro porque lo quiero me encuentro en un camino sin retorno de desafección de mí misma.
Y, a pesar de la reconstrucción de los esquemas que creo, un año después de la última vez que escribí me leo. No sé si me reconozco. Sé de los cambios. Sé que aunque no quiera, soy yo. Con mis incongruencias y desvaríos. Con la pasión que me arrastra a no pensar o pensar demasiado, a extrañar demasiado, a querer todo y ya.
En esta ciudad que ya no es tan polvorienta, pero sí ruidosa, caliente, oculta en sus discursos y en sus maneras. En esta ciudad que a veces entiendo y muchas otras no. Quizá aquí me encontré y descubrí de mí cosas que no quería. Y tantas otras que sí me gustan. Descubrí la intensidad de entregarse a lo que hago. La intensidad de sufrir incluso en ese ansia de abarcarlo todo. Descubrí la pérdida y el encuentro. Descubrí la vida degradada en la opulencia. El cinismo y la desazón. Descubrí que el encuentro con el otro me emociona. Descubrí que mi estómago resiste bien el agua del río, no así mi piel. Descubrí que sigo odiando la gallina, pero a la criolla me trae buenos recuerdos. Descubrí que en esta tierra de frontera todo es mutable. Y a pesar de todo la gente se sigue riendo. Descubrí la miseria de no saber qué puede uno esperar de su futuro. Descubrí que el mío sigue estando en la incertidumbre, como siempre, porque soy terca y obstinada.

sábado, 3 de octubre de 2009

Noches y días

La noche me confunde. Y no es una frase hecha. Las noches de Lago a veces ofrecen inesperadas diversiones, saltos, risas, bailes multitudinarios de la pequeña comunidad que somos. Ayer fue una noche así, que debía haber sido de viaje, de esas ocho horas de bus que separan LA de Quito. Y, por esos azares del destino, terminé cambiando el billete para prolongar un baile más.
Rosita, la dulce iberreña, se une a mis bailes con estrambote. Se ríe, petardea, menea las caderas son sabrosura salsera y pinta de colores la anormalidad lagoagriense. Ella petarda y yo más, nos dejamos llevar por la alegría de los otros, y decidimos que nuestro viaje nocturno debía esperar.
Ya estamos en Quito, la ciudad que se pierde entre las montañas, y el sueño recuperado con el traqueteo del bus creo que no ha sido suficiente. Entrecerrados los ojos, he visto el atardecer sobre los picos que enmarcan la ciudad. Esos cielos caprichosos, como yo, que se tornasolan y sorprenden.
Veremos que nos deparada, de nuevo, esta noche.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Gloria Muñoz la exploradora

Con las Venus Llaneras me siento pequeña, voladora, anhelante de esa sensación infantil de arrebatarle a los charcos el reflejo del cielo. Las Llaneras son mis adoradas 7 vidas, las botas en las que se acurrucan las coloradillas insaciables que días después siguen desgarrando la piel. Las botas son la concentración de estos días de descubrimientos, de risas ganadas a los nervios, del miedo a pisar mal y descubrirme embarrada cuerpo y mente. Estas botas pesadas que son para mí un acontecimiento son las columnas de muchas personas, cuyos días y noches carecen de luz, allá donde acaba mi mundo y comienza aquél en el que yo sólo soy visitante.
Me gustan esas botas. Como me gusta sentir el viento en la cara mientras el agua salta bajo el bote a motor. Esa sensación de libertad, de no tiempo, de un espacio nuevo abre los sentidos y, a la vez, los cierra a cal y canto al resto de la memoria.
Me gusta esa sensación, de arrancarle vacíos al recuerdo rellenándolo de imágenes coloridas, de niños hermosos que sacan su vestido de fiesta para ir a la nueva escuela. De abrazos de quienes apenas me conocen pero me llaman doctora y comparten un cariño inesperado en un espacio inesperado.
Soy una turista accidental, caída de un mundo paralelo, que se aventura por su selva como Livingstone perdido. Y son tan ricas las vivencias, las sensaciones, la plenitud de que cada día sea pleno, que me da miedo quitarme esas botas.
La Gloria Muñoz que soy aquí, esa cantante imaginaria de rancheras que tengo por sobrenombre, anhela cada día rememorar lo que fue ayer, de volver a calzar el caucho y abrir sendas en los vericuetos de mis experiencias. El día que me quite las botas, en que ya no recuerde mi apodo, en el que ya no estén esas caras curtidas y esas manos onerosas, sé que habré recuperado a Sonia pero pero habré abandonado este micro mundo de sensaciones que es la vida actual.
Y será difícil. Aunque , también es cierto que lo es ahora. Porque uno siempre anhela lo que está lejos, los amores distantes, las camas llenas...
Estos días han sido hermosos. A pesar de tanto trabajo, de madrugar, de sentir el cansancio sólo disimulado por la adrenalina del estrés, han sido hermosos por compartir la celebración, la alegría. De esos niños emocionados por la llegada de una nueva profesora, por escuchar la enormidad de sus experiencias terribles del otro lado a pesar de su edad. Es hermoso compartir esa fiesta de todos, recién peinados, con sus mejores ropas, para recibirnos a nosotros extraños en la humildad de su recóndito lugar.
Se me cierran los ojos mientras escribo, a pesar de que aún son las 21h00. Los días tienen un orden diferente, acaban antes, y están marcados a veces por estos huecos de silencio que ofrece la casa vacía. Aunque la calle es ruidosa, olorosa, vestida del ajetreo que me quita el sueño. de vez en cuando mirar alrededor genera vacío. Un todo lleno de cosas que no oigo. Sólo sucede a veces, esos ratitos de melancolía por el tiempo pasado, el espacio pasado, y por la certeza de lo que uno pierde mientras gana otras cosas.
Quizá los lunes son así, de saudade, por el sueño que quedó roto en la mañana y la añoranza de un nuevo viernes.
Esta semana, al menos, promete cierto sosiego, el justo medio, para pensar, sentir, quizá mirar alrededor para ver. Porque avanzo de algún modo sin mirar, ajetreada, rápido. AL menos, ahora que tengo mi cámara, me ayudo a recomponer la memoria. Y revisito las imágenes mentales para recordar los nombres, las voces, las palabras difíciles que a veces no entiendo.
Casi han pasado cinco meses, y se escapan entre los dedos.

jueves, 10 de septiembre de 2009

El día de 48 horas

Después de 12 horas exactas de trabajo, uno tiene la cabeza en ebullición, y ya no sabe si escribe, habla o simplemente piensa. A veces los días son así, que empiezan y cuando te das cuenta han agostado el día en una eternidad de momentos. Hoy ha sido un poco así, intenso, rápido, bajo ese calor que me marca como al ganado con las mil marcas de cada camiseta.
Tras las vacaciones, la vuelta al cole, al tiempo que los escolares también aquí en el oriente, he llevado un ritmo difuso. Mi mente se despitaba en vericuetos ajenos a lo que mis manos sabían que debía hacer. Y es complicado en estos días, en los que se agolpan viajes, visitas, quehaceres acumulados que pueblan mi mesa de papeles.
Hoy, al menos, este día agitado me ha permitido recuperar el ritmo, alejar mi mente de esquinas en sombra, y dejarla por completo al albur del trabajo. Así es un poco más fácil no notar las distancias, ni las preocupaciones, ni esa sensación de estar en el sitio adecuado pero en un momento erróneo, porque la vida a veces exige estar en otro lugar.
Pero, bueno, quizá necesitaba este salto de actividad, que recuperara mis defensas, esas que a veces se despitan y no saben ponerse al orden.
Mañana ya es viernes, aunque el día empezará temprano, a las 7, y promete durar hasta la noche. Benditas vacaciones de playa y coco-loco, de esas en las que no piensas más que en el efecto invernadero de tu propio sudor bajo la sombrilla.
Comiendo chorizo español dejado en prenda por Rubén, me doy cuenta, sin embargo, de lo afortunada que soy por vivir todo esto. Incluso con sus angustias, los momentos en que uno puede recomponer el día, es capaz de sentirse vivo.
Me quedo algunas historias en la recámara, que hoy mi mente no es capaz de darles formas... Mañana...

lunes, 24 de agosto de 2009

El paso del tiempo

Estas han sido dos semanas intensas, de ajetreo, de cambios de ánimo, de la mente revuelta y los días al galope. Sin darme cuenta se me han caido los 31, uy, o los 13, encima, y yo con estos pelos y nunca mejor dicho. Mi imagen en el espejo, desgreñada y pecosa, me dice el tiempo que ha ido pasando. Casi cuatro meses, y parece qu ela casa se está llenando de fotos, de orden, de desorden de nuevo en su entropía constante.
Javi se va, esperemos que sólo sean unos días, y prefiero no pensar en lo que sea regresar a la casa vacía. Al menos en el intermedio vendrás unas vacaciones, apenas una semana, que se me hace demasiado corta para corretear por este país de montañas, ballenas y buses inagotables.
A medida que el trabajo avanza voy redescubriendo en mí esos nervios que se agazapan en el estómago con las tareas que crecen, que se enrollan en mi mente inquieta.
El calor a veces te asalta. Estas dos semanas han sido intensas, enfebrecidas, de bofetones de sudor que te abraza. A pesar de la temperatura, de los mosquitos que te acribillan sin cuarte, de las piernas, nunca demasiado interesantes, arrasadas por el rastro de las mordeduras que parece se van a quedar àra acompañr mi desnudez veraniega.
El otro día conocí a María. Mientras barría distraída los restos de nuestro paso por la escuela de su comunidad, se acercó con curiosidad a mis ojos atrapados por la cámar reflex de mi jefe. Absorbida por el tacto de una caja oscura de nuevo, me asaltó con la constante duda de mi origen. Que si gringa, me dice. Ya no me sorprende la inconsistencia geográfica de los uqe me rodean, enclaustrados en su pequeño e inmenso mundo de verdura constante.
"Y, ¿cómo es el otoño?", me decía incrédula al saber de las estaciones. Solemos olvidar lo que significa el cambio del clima, lo que condiciona nuestras vidas, nuestro humor, la sensación de pequeñas metas conseguidas, sus recompensas. En la Amazonía no hay estaciones, al menos para nuestros infantiles ojos. El invierno aqui lo marcan las lluvias, más abundantes que el resto del lluvioso año. Y entonces te das cuenta de que se desdibujan las conquitas temporales que nos ponemos con la esperanza del verano, de la resolutiva primavera, del la inconsecuente navidad. Aquí parece un círculo contínuo de días que se repiten.
¿Cómo se visten en España? ¿Y qué comen? ¿Y es lindo? ¿Cuánto se tarda en llegar? Mientras hablas tienes que rememorar tu propia vida, para poder responder algo coherente. Te dices que todo es normal, cómo va a ser si no. Pero, en este ecosistema enconfrado de humedad lo normal es distinto. Y entonces, en una sublime algazara de inteligencia, por un segundo, pareces descubrir una gran verdad de la normalidad anormal.
Despierto la curiosidad en Marí, con sus 18 años vivarachos y su sonrisa tímida ante mi cámara. Despierto la curiosidad en el soldado que, después de un mes en el oriente, añora su Loja natal y no sabe si soportará los 30 días seguidos de trabajo antes de 6 de descanso. Que no sabe si soportará el horizonte de varios años para poder regresar a un destino más cómodo. Y que quiere huir a España, porque sus primos vivem allá desde hace 8 años en una inmensdidad soñada que no sabe de paro, xenofobia o la angustia de la distancia.
Y a mí de apetece que sean ellos los que hablan. Que me digan qué sueñan, qué temen, que sienten más allá del oneroso paso del tiempo cálido y la inestable sensación de vivir en la puerta del infierno. Porque aquí comienza, y a veces uno le ve la cara, aunque otras sólo lo presiente.
Entonces descubre a otras personas, dispuestas a mostrarte su fortaleza, que te hablan con franqueza y, desde la consciencia de su dureza, son capaces de plantear su propia revolución. La que se alza contra el machismo anquilosado, o que sigue estudiando allá donde no hay luz eléctrica. Y lo hacen sin heroísmo, con la simple verdad de que es lo que desean.
Te sorprendes. A veces me descubro mirando a la gente quizá con cierta conmiseración. QUizá con la certeza de que hacemos ciertas cosas bien. Incluso pensando que debemos seguir, porque es necesario. Pero, entonces, te sorprendes al sabes que su vida ya era, es, y será, a pesar de que nosotros o quien quiera que venga despues, vaya a hacer.
No es ni siquiera una crítica. Porque creo que realmente cada cual debe actuar según crea. Y, con las incertidumbres y cinismos que a cualquier labor asalte, uno debe creer en aquéllo que hace. No obstante, cada cual del mismo modo sigue luchando por su vida. Y ese es el valor de conversar, de escuchar, de pasar un rato cimplemente descubriendo a quien tienes enfrente. El valor de descubrir personas, individuos, con tanta enterza, nostalgia, miedo, alegría, como la que yo pueda transportar en mi zurrón de ideales.
María espera que, si vuelvo a visitarla, le lleve algo bonito de España. Dice que allí debe haber muchas. Yo analizo el muestrario de objetos, y me digo que sí, claro. Pero, realmente, si pudiera, lo que le llevaría es la oportunidad de elegir una por sí misma. Para que mis dioses materiales no conquisten a quemarropa su añoranza de los desconocido.

lunes, 17 de agosto de 2009

Volver a escribir

Uff, cada vez tardo más en escribir, en ordenar las ideas, en traducirlas en signos inteligibles incluso para mí misma. Esto de escribir es un extraño arte-embrujo en el que uno rasga las pieles de la cebolla que es el cerebro. Y ello sin llorar, que conste, en la lucha por equilibrar la realidad y el deseo.
Lago Agrio sigue siendo esta ciudad extraña que aveces encerramos en apenas cuatro o cinco calles. De casa a la oficina, y de allí al mejicano, o a comer pollo (y los ineludibles patacones), o los maytos en una aventura inextricable más allá de la frontera mental de la federación deportiva.
Con el paso del tiempo a veces uno sde despierta con una extraña sensación de estar comprimido, trastabillado en las mismas caras, en días que se parecen unos a otros. El paso del tiempo, construido por este clima tropical de lluvia, sol, humedad, carece de esa conciencia de las estaciones, de la añoranza del abrigo y el retomar de las sandalias.
A pesar de ese conglomerado de trabajo y cotidianeidad, de este mundo tan fuera de todo, tan distinto, te termina cautivando. Casi sin darme cuenta, te engancha, te acoge, te enreda en sus días de vidas difusas, difíciles, esas que parecen sólo de os libros y que nunca ibas a probar.
Seguiré, encontraré otro momento para escribir más. Gracias a las telecomunicaciones que incluso llegan a este inhóspito rincón selvático.

sábado, 25 de julio de 2009

San Santiago, sol y el cumpleaños.


El día se ha despertado caluroso, brillante, iluminado por una luz naranja que a veces se ausenta de las calles de LA. Cuando alguien pensó en una lluvia pertinaz debió pasar por esta ciudad, que se inunda y desaloja a cada rato, rebosa, se expande y contrae entre obras y palmeras.
Además, hoy tenemos un nuevo San Santiago, que a mi no me gusta por matamoros, sino por festivo y recordatorio. Felicidades a todos, para Chantiiiii, claro, que elimina las connotaciones dañinas del santo patrio y lo convierte es un adorable friki!!!!!
Hoy luce el sol, pero en cualquier momento las nubes que se ven al fondon comenzarán a tragarselo y descargarán el chorreo acuoso de litros y litros. Mientras, mucha gente carece de agua segura, porque este raudal de riqueza se pierde en los vericuetos de las canalizaciones, la falta de infraetsructura, y, simplemente, la naturaleza.
Esta semana ha sido intensa, pero la próxima lo va a ser aún más. Javi va a Quito, a eso que se llama hacer contactos, que el gusanillo escritor revolotea entre sus manos y necesita ponerse a la tarea. Lo bueno, es que su mente no deja nunca de trabajar, y con su constancia diaria ya conoce a la perfección quién es quién, de qué bandera es cada periódico, político, y por dónde va el rumbo noticioso de este país poliédrico en el que la realidad va por una parte y los periodistas por otra.
Yo, mientras tanto, me voy toda la semana de misión, pero afortunadamente no a cristianizar. A veces uno se siente un poco como esos pioneros, como un Kurtz abriendo rios explorados por tantos otros pero que a tus ojos es indómito y puro. Colonizas la tierra con tus botas de caucho sin experiencia, y te crees un descubridor de sabiduría aunque en realidad estés perdido entre el mundo cotidiano de aquéllos a los que visitas.
Va a ser muy interesante, porque toda una semana da para hablar con mucha gente, para escucharles, para que se rían contigo cuando el tiempo permite la calma de conversar. Y así descubres sus inquietudes, su mirada curiosa que se pregunta si España queda en Ecuador o en Colombia, o si el rey lleva corona y vive en un castillo.
En esos momentos, donde te ries con ellos, descubres también cuán distinto es su mundo. Y del mismo modo que los descubro ellos me descubren a mí, y montan y desmontan construcciones ideales sobre quién soy y cómo es aquella Atlántida de la que debo provenir.
No penseis, no obstante, que la pobreza anula la riqueza de las gentes, que son creativas, con inquietudes, que aspiran a mejorar para ellos y para quienes les rodean. Luchan, se adaptan, se moldean igual que ese río que traslada la frontera erosionando las dinámicas políticas.
La semana va a ser peculiar, sin duda, e intentaré que, a pesar de que la técnica nos va a aislar de internet (imaginadlo, una semana completa sin internet, y con teléfono de vez en cuando...), procuraré escribir, para que no se borren las sensaciones de esos atardeceres mágicos en el río Putumayo.
Hoy tendremos celebración, que mañana es el cumple de Pili, y gracias a este trabajo, interesante e intenso, va a tener que celebrarlo on the road. Así que hoy procuraremos que la noche lagoagriense sea poco agria y endulzada por jamón serrano made in Ecuador.
Os dedico besos, sol y el proyecto de arepas que voy a probar a hacer. Por si el retorno a la patria me lleva por los vericuetos caminos de buscar alguna ocupación paralela como la de la concina!!!!