sábado, 3 de octubre de 2009

Noches y días

La noche me confunde. Y no es una frase hecha. Las noches de Lago a veces ofrecen inesperadas diversiones, saltos, risas, bailes multitudinarios de la pequeña comunidad que somos. Ayer fue una noche así, que debía haber sido de viaje, de esas ocho horas de bus que separan LA de Quito. Y, por esos azares del destino, terminé cambiando el billete para prolongar un baile más.
Rosita, la dulce iberreña, se une a mis bailes con estrambote. Se ríe, petardea, menea las caderas son sabrosura salsera y pinta de colores la anormalidad lagoagriense. Ella petarda y yo más, nos dejamos llevar por la alegría de los otros, y decidimos que nuestro viaje nocturno debía esperar.
Ya estamos en Quito, la ciudad que se pierde entre las montañas, y el sueño recuperado con el traqueteo del bus creo que no ha sido suficiente. Entrecerrados los ojos, he visto el atardecer sobre los picos que enmarcan la ciudad. Esos cielos caprichosos, como yo, que se tornasolan y sorprenden.
Veremos que nos deparada, de nuevo, esta noche.